Éste no es definitivamente el momento en que debiera estar divagando y especulando de mi vida y de la vida misma —cuando tengo que estar trabajando en un ensayo académico—, pero —pum— que se enciende una chispa en mis conexiones neuronales y tenía que compartir esto, que quizá no tenga ni forma ni cabeza, y menos se identifique con un solo lenguaje, ya sea formal, rebuscado ni coloquial; a cambio verán que tiene, acaso, unos pies y extremidades harto largas y meditadas.
Camino hacia el poniente...
Hoy quiero entender que la vida está echa de iguales múltiples desencantos como satisfacciones, de igual dolor como bonheur.
Quiero hacer reconocimiento a la alta virtud de la imperfección, porque sólo ella nos recuerda que seguimos siendo humanos. Que como humanos que erramos, si de esto somos conscientes, seremos quizás menos egoístas, y que así estaremos, quizás, menos solos.
Sola aquella virtud nos alimenta del agridulce fruto de los huertos de la insatisfacción. Estos frutos, como en fortuitos arbustos en la senda de nuestro rumbo, nos hacen un halting entre los campos verde-parduzcos de la vida, momento justo para hacer el más simple en su producción, pero arduo en su desarrollo, ejercicio psíquico de la Cuestión.
Situación en que me pregunto de mi pasado y de mi presente, justo ahora, y miro hacia atrás y a mi alrededor —como ayer y como al rato. Poco adelante, la encrucijada, una vez más the crossroads; a menudo parece que se aproxima hacia mí una nueva conexión al mundo, y entonces me pregunto cómo es que he llegado hasta tal punto, y me esfuerzo en volver la vista hacia atrás, por si así consigo constatar mi anteriores pasos: pero el viento ha disuelto la arena donde se pudieron imprimir mis huellas. No queda más que el recuerdo en la zona entretejida de mis neuronas, aquella que llaman memoria.
Y miro hacia arriba, por si consigo, sino reprochar, cuando menos preguntar al viento adónde se ha llevado o tragado mis pasos, my prints, y también al Sol, con desconfianza de su benigna luminosidad, que en otras veces he considerado aciaga, y me parece que éste no se oculta, por complacerse en seguir iluminándome y torturándome. He caminado y caminado hacia el poniente, siguiendo sólo los pasos de mi futuro más que inmediato, no volveré a llamar Lucifer al astro amarillo, y no quiero detenerme, porfío en el poniente aunque sólo imagine los nuevos lugares y amigos que encontraré.
Hacia el poniente y siempre hacia el poniente, pero no al del ocaso; estoy huyendo de Sol, sí, pero persiguiendo la luz en su camino; y todo se aclara: una nueva encrucijada se avecina y, no de la misma manera en que yo sigo al astro y él me persigue, ahora yo he podido llegar a esta ocasión y lugar por esfuerzo de mis pasos: este lugar debe haber estado aquí mucho antes de que yo lo imaginara acaso, sólo yo he podido alcanzarlo y no él a mí: no como el Sol sobre mi cabeza, ora como guía ante mi frente, ora tras de mis hombros, este lugar siempre estuvo delante de mí, el que nunca haya recibido la menor noticia de él, es ya inapelable indicio de este paradigma.
Encrucijadas significan nuevas relaciones con el mundo, se oponen al también natural egoísmo humano y se oponen sobre todo, a las bifurcaciones on each road, odiosas decisiones que debemos tomar solos; pero las encrucijadas son bien distintas: algún desconocido pasante o conocido transeúnte puede encontrarte en tú camino, y bien tú a él en el suyo; puede aun el dicho acompañarte dichoso, o tú a él agradecido. Pero éstas son situaciones nunca previstas y no sabemos cuando volveremos a cruzarnos en nuestro camino con alguien con el que sea posible congeniar, y entonces más vale hacerse de compañías gratas, cuando menos el tiempo que lo sean.
Llegará quizás el final de mi senda y mi camino, pero procuro en no seguirlos solo, y procuro además, por miedo a morir, caminar siempre hacia el poniente, donde nunca se extinga la luz, donde siempre tenga una sombra a mis costados o a mi espalda, recordándome que, al menos una sombra de mi tamaño, siempre habré emitido. Que el camino que sigo es el de un ciclo, y que cada punto, y más, volveré a pisar, aunque no —afortunadamente— pronto ni en la misma situación. Y acaso creo que ha de ser largo el trecho que aún me falte recorrer y que el Sol seguirá alumbrándome abrasadoramente, aun cuando venga la lluvia fecunda, aun cuando los coloridos cánticos sean cubiertos por el polvo.
Hola Alexis en verdad me agrada esto que escribiste, es muy cierto.
ReplyDeleteOjalá que siempre recordemos caminar hacia la luz y no hacia otro lado.
Es la primera vez k escribo en tu blog y está muy chido.
Muchas gracias Mar por éste y tus otros comentarios. Sólo se hace lo que se puede y sale del interior, jeje. Tú misma has de saber que has sido muy importante en la poca o menos poca (sic) madurez que estas ideas han podido alcanzar. Mi sincera gratitud a tí; así, no creas que por poco estés en la abridora dedicatoria de este espacio, cuando tú misma hubiste tomado parte en la inspiración del proyecto.
ReplyDeleteY sí, caminar hacia la luz es algo que muchos buscamos, aun los que acaso parezcamos más obscuros o hasta incógnitos a un mundo que se dice dueño de la propia luz. Pero sobre todo Nosotros nos hemos empeñado en hacer el viaje no sin la compañía de nuestras sombras de insatisfacción y de dubitación; y aun esperamos dejar a espaldas las sombras de nuestras huellas, que si éstas se borran en la arena, aquellas lleguen a ser cuando menos percibidas y, cuando más, a coincidir -no casualmente- en la ruta de nuevas sendas.